De un tiempo a esta parte, y por motivos ajenos a un mal uso de la nevera y su contenido (unos más que otros) este par de cocinillas, de los que me considero fiel portavoz, se ha visto obligado a permanecer en perpetua restricción de exquisiteces culinarias, o lo que es lo mismo: la dieta ha okupado nuestra despensa.
No es, ni mucho menos, mi intención ofender al noble bistec insípido, ni a la socorrida ensalada de bolsa made in Mercabona (por muy reseca que ésta sea).. pero, que queréis que os diga, no sólo de ensaladas y pechugas de pollo vive el hombre.
Con el firme propósito de desterrar el sentimiento de culpa, y con la esperanza de poder reconciliar la dieta adelgazante y las exquisiteces que no cuentan calorías, nos proponemos a secundar el siguiente plan de ataque:
De lunes a viernes (ambos incluidos, of course!) seguiremos al pie de la letra los artículos de nuestra hipocalórica constitución: pechuguitas de pollo, ensaladitas varias, verduritas de todas las formas, estilos y preparaciones, pescadito blanquito,… he dicho ensaladas? disfrutando eso sí, de una preparación lo menos aburrida posible.
…Y de sábado a domingo al mediodía estarán permitidas las delicatessen de las que se encapriche nuestro paladar, o mejor dicho, todas aquellas que seamos capaces de preparar, aunque (cómo diría Esther, nuestra dietista) con sensata moderación.
Y que conste que hablo en plural porque tengo la confianza de que sean cuatro las manos que estén en la masa!
Espero que este experimento sirva para aprender a comer de forma más ordenada, valorando los menús cotidianos sin tener por ello que desterrar el placer de la buena mesa y, sobre todo, disfrutar un poquito de lo que está al alcance de nuestra mano…porque, al fin y al cabo, que es sino la vida??
Bon appétit!
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